5 cosas que no debes decir jamás a un traductor

5 cosas que no debes decir jamás a un traductor

 

Del mismo modo que resulta fastidioso (permitidme el eufemismo) para un profesor que le recuerden durante los meses de julio y agosto lo afortunado que es al tener tantas vacaciones, lo bien que vive, la suerte que tiene, blablabla, existen algunas afirmaciones que remueven las entrañas a cualquier traductor. Después de este guiño a mi antigua profesión (¿o fue en otra vida?) voy a nombrarlas a continuación, por si alguna vez os cruzáis con alguno de ellos.

 

En primer lugar, siempre encontrarás a alguien que, tras preguntarte a qué te dedicas y recibir la respuesta, se queda con cara de póquer, como diciendo: “¿Qué c*** es esto? ¿Se lo estará inventando? ¿De qué galaxia viene esta?” ¡No quiero ni imaginar la situación de los compañeros intérpretes! La cantidad de veces que habrán tenido que aclarar que no, no trabajan en Hollywood, no han hecho ninguna película y no conocen a ningún actor.

 

En segundo lugar está el que, tras pensar unos segundos después de tu respuesta, te suelta: “Qué palo escribir tanto, ¿no? Yo no podría”. Pues resulta que a mí me gusta, me encanta, me apasiona, me entretiene, me distrae, me llena, me enriquece, me motiva, me divierte, me interesa, en fin, que lo llevo bastante bien. Cabe decir que comprendo a los individuos que pertenecen a esta “segunda categoría”, pues a mí me pasa lo mismo con los números. Nunca podré entender qué es lo que hace levantar de la cama a un gestor para ir a la oficina. Empate.

 

En tercer lugar están los incrédulos, los que no piensan que traducir cueste esfuerzo alguno, que creen que cualquiera lo puede hacer, que no tiene ningún secreto y te sueltan alegremente: “¡Pero no será tan difícil!” No, para nada. No hay que estudiar nada, ni reciclarse, ni pensar, ni repasar, ni leer. Vamos, que está “chupado”. El punto máximo en el que puede terminar esta conversación es cuando tu interlocutor culmina con un: “Yo también hablo inglés (o el idioma que sea). Hace 5 años estuve en Benidorm, conocí a unos ingleses y ¡me entendí con ellos, oye!” Sí, claro, pasaporte al mercado laboral de la traducción instantáneo. No hace falta más garantía. Yo una vez hice rafting y me estoy planteando presentarme a las Olimpiadas de Río.

 

La cuarta frase de esta clasificación es “Pero para eso ya está Google traductor, ¿no?” Tras coger aire, contar del 20 al 0 hacia atrás, repetir algún mantra y morderte la lengua varios instantes, puedes responder algo así como: “Sí, la lástima es que no piensa, no rectifica, no valora el conjunto del texto, no tiene sentimientos y no se recicla, entre otras cositas sin importancia”. Se me ocurren otras respuestas, pero imaginaremos que estamos en horario infantil.

 

Pero, si de verdad quieres dejar a un traductor tirado por los suelos, pregúntale: “¿Y eso se paga?” Aún estoy buscando el adjetivo en la RAE para definir lo que se siente. No he encontrado todavía ninguno que incluya todos los matices. Entonces es cuando, con los ojos abiertos como platos, el nudo en la garganta, la moral por los suelos y un hilillo de voz, contestas: “Sí, claro, es mi trabajo”.