Vida de freelance: Cuando tus compañeros de trabajo están al otro lado del océano

Sí, sigo hablando de compañeros de trabajo cuando en realidad, como freelance, debería hablar de clientes. Seguramente es debido al entrañable recuerdo que guardo de mis antiguos compañeros durante los últimos años en los que trabajé de profesora de Secundaria. Actualmente, trato con diferentes clientes, algunos están en el pueblo de al lado, otros en alguna capital cercana y muchos, la mayoría, en otros países o incluso continentes. Y aquí reside uno de los principales atractivos de la actividad freelance: igual puedes estar hablando por Skype después de desayunar con una persona de Rusia deseosa de terminar la entrevista contigo para ir a comer, como puedes estar acordando las condiciones de un trabajo con un residente de los Estados Unidos y debes pensar si lo saludas con un Good morning! o con un Good afternoon! De alguna manera viajas por el mundo sin moverte del comedor de casa, percibes la esencia de otras culturas a través de la red. Te adaptas a la manera de trabajar de cada lugar, de cada cliente; pues, aunque solo leas sus correos, oigas sus voces y veas sus fotos de perfil, acabas conociendo pinceladas de su personalidad e, incluso, en algunos casos diría que les coges cariño.
Otro compañero de viaje para el freelance es la soledad. No entendida como algo negativo, ¡al contrario! Es sinónimo de tranquilidad, fuente de inspiración y requisito indispensable para la concentración. Anteriormente, trabajaba en un lugar con mucha gente, por lo que el ruido, las voces y las conversaciones se entremezclaban constantemente. Y, aunque al principio se me hacía rara tanta tranquilidad, ya estoy acostumbrada a trabajar con calma total. Bueno, sin tener en cuenta el ruido incesante de la rueda de Láser, el hámster de la familia. Y es que así me sentía yo antes de trabajar como freelance: dando vueltas a toda pastilla sin parar, pero sin salir de la rueda.
Ahora cada día es diferente. Me dedico a la traducción y redacción de contenidos y me encanta la variedad de trabajos con los que me encuentro: igual puedo estar traduciendo un capítulo de una novela como redactando un escrito para el blog de alguna empresa. Una vez más, mi trabajo me permite viajar con la imaginación, y gracias al lenguaje, a situaciones diversas y a las realidades más variopintas. Trabajo con tres idiomas –catalán, castellano e inglés- y cada uno de ellos es la puerta a un mundo apasionante, al que viajo constantemente con billete de ida y vuelta. Cada día aprendo cosas nuevas –matices de una palabra, expresiones, palabras nuevas, entre otras cosas. Mi trabajo no me deja lugar al aburrimiento y me obliga a no bajar nunca la guardia. En pocas palabras, me hace sentir viva.
Como freelance ya no debo salir a la calle para desplazarme a mi lugar de trabajo, me basta con llegar al comedor de casa, donde me está esperando el ordenador y la lista de tareas pendientes. Y aquí es donde hay que mantenerse alerta para no caer en la trampa de no quitarse el pijama hasta las doce del mediodía. Un día puede resultar tentador, curioso, transgresor, pero como hábito es peligroso. Creo que puede llevar a la dejadez física, siempre relacionada con la emocional. Es decir, debes salir del dormitorio acicalada, como si fueras a una oficina en la otra punta de la ciudad. Otra cosa son las zapatillas de ir por casa…
La taza de café acostumbra a formar parte del atrezzo de mi mesa de trabajo, me encantar oler su aroma, tocar la taza caliente y saborearlo mientras estoy delante de la pantalla escribiendo. Es para mí un momento de paz y armonía y, cuando viene acompañado de silencio, es uno de los mejores placeres profesionales, desde mi punto de vista.
El horario del freelance también es algo que me fascina. Tener tu propio horario, decidir durante qué horas eres más productiva y aprovecarlas al máximo, coordinarte con los horarios de otros países para hablar con tus clientes y buscarte espacios para otras cosas. Porque no olvidemos que la primera parte de la palabra freelance significa libre en inglés y esta es una palabra que me encanta. Y es así exactamente como me siento con mi trabajo. Me permite dedicarme a aquello que me apasiona y me permite una flexibilidad y una independencia que no pueden compararse a nada. Y eso no quiere decir que no se trabaje durante muchas horas. Prácticamente todos los días me levanto muy pronto, no hace falta decir la hora, pero es muy temprano. Esto no me supone ningún sacrificio, significa que por la tarde cerraré el chiringuito a una hora razonable y acabaré el día centrada en otras cosas que me interesan mucho y también lo merecen enteramente.
En fin, así es el día a día cuando tus compañeros de trabajo están al otro lado del océano.